Oler de forma consciente ¿hueles?

La olfacción: Este sentido permite a los individuos detectar y distinguir los olores de su entorno.

La densidad de los olores de la ciudad, el humo, la contaminación, los fuertes desinfectantes e incluso el exceso de cosméticos perfumados químicamente han hecho, con el paso de los años, que nuestro olfato pierda su función originaria, ser una herramienta de reconocimiento y subsistencia.

Aunque nos sorprenda podemos distinguir hasta 10.000 olores diferentes, pero ¿de cuántos de ellos somos conscientes?

Las moléculas aromáticas volátiles son captadas por miles de quimiorreceptores situados en el interior de nuestras fosas nasales y desde donde se transmite hacía el centro de nuestro cerebro, conocido como sistema limbico, centro de operaciones de nuestras emociones primarias.

Cada olor percibido se comparará con la experiencia olfativa personal, en función de la información memorizada se describirá como olor agradable o desagradable, es lo conocido como efecto dicotónico de atracción-repulsión, proceso que resulta subconsciente, irracional y subjetivo.

Los perfumes son los sentimientos de las flores.
Heinrich Heine

Igual que podemos ser zurdos o diestros también encontramos que predominara una fosa nasal (la llamaremos dominante) donde la información se registrara primero y de forma más intensa. Los impulsos que llegan al hemisferio derecho y al izquierdo llegarán siempre por separado, se gravarán de forma diferente y se procesarán de distinta manera en nuestro cerebro.

Haciendo un pequeño resumen de la función de los hemisferios cerebrales diremos que:

Hemisferio Izquierdo: Es el almacén de la conciencia, la razón, la capacidad de juzgar y el conocimiento funcional del pensamiento. Reside el habla, la memoria verbal y el análisis. Es mediador de los efectos de olores, percepción de olor y la reacción ante él.

Hemisferio Derecho: Es donde Reside la pasión, romanticismo, sentimiento estético y el deseo, es el reino de la emoción y la imaginación. Y es capaz de tener un reconocimiento del olor independientemente del análisis, es decir, sin la participación del hemisferio izquierdo, completamente ajeno a él.

Si Anuláramos el hemisferio Izquierdo bloquearíamos el proceso de expresión sobre la percepción emocional del olor pero no la experiencia en sí misma. Es decir, la podríamos sentir, pero no explicar.

El olor afecta a la formulación de un juicio racional, a la concentración y a otros procesos mentales.

Cuando olemos necesitamos ser conscientes de lo que estamos haciendo para poder anclar y vincular ese olor a un recuerdo, sin la conciencia del mismo no somos capaces de vincular olores con experiencias, es cuando sabemos que ese olor nos recuerda a algo, pero no somos capaces de decir a que.

Olores agradables aumentan la secreción de neuroquímicos como las endorfinas y encefalinas (analgésico y tranquilizante) siempre y cuando ese olor no este asociado a un recuerdo negativo, sino este efecto se ve alterado. Éste efecto hace que los intentos para que funcione la terapia olfativa puede verse comprometidos y no ser siempre al 100% fiable, ya que dependen de la experiencia única de la persona que percibe el olor. A éste rechazo individual es lo que se conoce como alergias emocionales.

Así pues, podemos decir que no hace falta ser consciente de un olor para que éste pueda efectuar cambios en la psicofisiológica e influya en el comportamiento de la persona, pero si la necesitamos para que esta pueda ser reconocida.

Así pues, cuando olemos deberemos estar atentos a el aroma percibido, permitiendo que afloren nuestras emociones, recuerdos y expectativas basadas en la propia experiencia, de ésta manera podemos crear nuestras propias fórmulas emocionales que sean mucho más que un simple perfume.